Para los anónimos narradores de cuentos, en torno a los que se reúne una atenta audiencia campesina ávida de conocer el desarrollo y desenlace de la historia, el arte de narrar es una tradición que sólo algunos son capaces de desarrollar. Fundamentalmente, dicha capacidad versa más sobre la memoria y la habilidad narrativa que sobre la propia creación literaria. Mal que mal, no es tan importante quién haya creado el cuento, sino el acto mismo de narrarlo oralmente, transmitiendo así una tradición que se remonta siglos atrás a las culturas campesinas europeas.

La mayor parte de los cuentos folclóricos chilenos tiene una clara procedencia europea. Sin embargo, más allá de los cuentos en sí mismos, lo que resalta es la constante repetición de determinados temas o patrones narrativos. A principios del siglo XX, el investigador Anti Aarne descubrió que se podían clasificar los cuentos populares de acuerdo a una cantidad limitada de temáticas. Mejorada años después por el folclorista Stith Thompson, la clasificación de Aarne es utilizada hasta nuestros días en el estudio de los cuentos populares, facilitando enormemente los estudios comparativos entre las tradiciones de distintos países. Así, se han distinguido distintos tipos de cuentos, como los de animales, los cuentos maravillosos, los cuentos de burla o humorísticos y los de fórmula.

En el país, las primeras recopilaciones de cuentos fueron las que hizo Rodolfo Lenz en la zona mapuche y fundamentalmente, Ramón Laval, uno de los grandes impulsores de la investigación del folclor en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la obra más importante sobre el cuento popular chileno es la que realizó el folclorista Yolando Pino Saavedra. Fundador del Centro de Estudios Folclóricos Ramón Laval de la Universidad de Chile y director de la revista Archivos del Folclor Chileno en la década de 1950. Publicada en tres gruesos volúmenes entre 1960 y 1963, su obra Cuentos folclóricos de Chile (I, II, III) reúne más de cien cuentos distintos con diversas variantes que recogió en todas las regiones del país. Sin embargo, uno de los principales méritos del libro está en el análisis de cada cuento que incluye al final de los tres volúmenes. En esa sección, el autor clasifica al cuento de acuerdo a la tipología de Aarne-Thompson, establece relaciones con variantes del mismo tema narrativo en diferentes lugares del mundo e identifica los principales motivos sobre los que está construido el relato.

Como señala su autor: "La publicación de esta colección pretende dar a conocer el estado en que se encuentra la tradición narrativa de origen español en esta lejana zona de América para facilitar, así, los estudios comparativos. Será, además la base más cierta para indagar el sentido, la morfología y fenomenología de los cuentos chilenos".