Sub-terra
El año 1903, un joven y hasta el momento casi desconocido narrador lotino llamado Baldomero Lillo, ganó el premio del concurso convocado por la Revista Católica, con un cuento titulado "Juan Fariña" y cuya trama, narraba una historia de misterios y venganzas ocurridas en el pueblo minero de Lota, al sur de Chile, enclavado en el Golfo de Arauco.
Este cuento constituyó parte de un grupo de relatos, en total ocho, unidos por el mismo leit motiv, la vida de los mineros de Lota, sus luchas en los socavones que se internaban en el mar, su cotidianeidad en la miseria, la injusticia para con los obreros, los amores y la opresión, donde lo más importante era la descripción y la narración directa de un lugar y una época.
Al momento de su publicación Sub-terra, tuvo un gran éxito, tanto de recepción crítica, como por parte de los lectores, agotándose la primera edición en sólo tres meses. Curiosamente, la segunda edición tardó varios años en publicarse y sólo en 1917, Baldomero Lillo dio a conocer la segunda edición, a la que agregó cinco cuentos más ("El registro", "Era él solo", "La mano pegada", "Cañuela y Petaca" y "La barrena") y algunas modificaciones en tres relatos de la primera edición ("Los inválidos", "El pago" y "El chiflón del diablo").
Curiosamente en las innumerables reediciones que se sucedieron, si bien el número de cuentos se mantiene en trece, recogen indistintamente los cuentos originales de 1904 o los con modificaciones de 1917. El título, tanto de la primera como de las siguientes ediciones, se lo sugirió a Baldomero Lillo el poeta Diego Dublé Urrutia, quién argumento que "si todos los relatos se desarrollan en las minas, ¿por qué no titularlos 'Sub-Terra'?".
Sub-Terra de Baldomero Lillo ha mantenido su vigencia a lo largo de cien años y es fuente indispensable al momento de referirse a la minería del carbón en Chile, debido a la mirada directa sobre Lota y sus mineros, la miseria, la explotación, el alcoholismo, las leyendas, el ambiente, y las formas que revestía el amor en aquel contexto tan duro y, a veces, brutal.
En 1968, Raúl Silva Castro reunió casi toda la producción de Baldomero Lillo en sus Obras completas, que incluyó, además, una valiosa introducción biográfica y un apéndice que incluyó las principales críticas hechas a Sub-Terra en el momento de su recepción en 1904.
Casi cien años después, en 2003, los relatos de Baldomero Lillo fueron llevados a la pantalla grande por el director Marcelo Ferrari en la cinta Subterra, una de las producciones más caras y exitosas de la historia del cine nacional.