La Confitería Torres fue fundada por un mayordomo, que trabajaba con una familia aristocrática en Santiago, llamado José Domingo Torres, famoso por sus alfajores, dulces, "chilenitos" betunados, príncipes de manjar blanco y el tradicional "huevo moll". Su popularidad era tan grande, por las delicias que preparaba, que la familia para quien trabajaba lo instaló en un local propio. Así nació la Confitería en 1879.

El lugar siempre estaba lleno de gente de la aristocracia, políticos y escritores. Eran visitantes asiduos: Ramón Subercaseaux, el Presidente Ramón Barros Luco, Arturo Alessandri Palma, Federico Errázuriz y tantos otros.

El éxito alcanzado impulsó a la familia a adquirir una nueva propiedad para instalar el local. Así, ordenaron construir a los arquitectos Cruz Montt y Larraín Bravo una mansión, ubicada en la Alameda, casi esquina Dieciocho, que existe hasta la actualidad.

Otro de los concurrentes fue Joaquín Edwards Bello, quien describió la Confitería en sus crónicas: "Si pasamos por la Alameda, entre las calles Dieciocho y San Ignacio, por el lado de los antiguos palacios, veremos un letrero que dice: Confitería y Pastelería Torres. Esta pastelería es un pedazo del viejo Santiago. Antes se encontraba en Ahumada con Huérfanos, esto es mucho antes. Cuando voy a dicha pastelería, que conserva los muebles del tiempo viejo, mi imaginación vuela por muchos años para atrás, a 1902 y 1910, por lo menos" (Peña Muñoz, Manuel. Los Cafés Literarios en Chile. Santiago: RIL Editores, c2001. p. 101).

A principios del siglo XX, la Confitería decayó en su popularidad hasta que en 1959 la compró Bartolomé Alomar, quien inauguró una nueva etapa. En este período de gloria, fue visitada por ilustres personajes internacionales, entre ellos Plácido Domingo.

En la Confitería Torres se celebró el Centenario de 1910, pues en ese tiempo era el local público más elegante de Santiago. En la actualidad se acaba de presentar un proyecto para repetir aquel gesto cuando se celebre el Bicentenario del 2010.