Misioneros católicos
En 1864 llegó a Isla de Pascua la primera misión evangelizadora. La misión fue liderada por el religioso francés Joseph-Eugéne Eyraud (1820-1868), quien se dedicó a la instrucción de los isleños.
Dos años después de la muerte del misionero francés, la administración de la isla quedó en manos de M. Dutrou Bornier, quien inició una ofensiva en contra de las tradicionales ocupaciones de los isleños. Se desató entonces una suerte de guerra civil en la isla entre la población que apoyaba al administrador y la que seguía a los misioneros. Estos últimos fueron derrotados y debieron retirarse de la isla, acompañados los nativos que los apoyaban.
Sin embargo, el peor flagelo que debieron enfrentar los religiosos que llegaron a la isla fue la temible y contagiosa lepra. Muchos estudiosos de Pascua coinciden en que la enfermedad llegó a la isla en época de Bornier, quien intentó controlarla aislando a los enfermos.
En 1895, cuando Pascua ya estaba bajo la tutela de Chile, el gobierno arrendó Rapa Nui a Enrique Merlet, con nefastas consecuencias para los isleños. Este nuevo administrador, llevó a cabo el mismo sistema de control de la lepra que su antecesor: alejar a los leprosos de la comunidad y aislarlos en cuevas donde morían solos y de la forma más inhumana. Fue testigo de estos horrores, monseñor Rafael Edwards, eclesiástico enviado a Pascua en 1917, con la misión de mejorar la calidad de vida de los isleños. Para llevar a cabo su tarea, lo primero que hizo monseñor Edwards fue levantar un leprosario para que fuese controlada la enfermedad como era debido. Sin embargo, los isleños no tienen buenos recuerdos de aquel lugar, donde se les encerraba como en una prisión. Finalmente, a fines de la década del setenta, se construyó un sanatorio, que reemplazó al antiguo leprosario. Gracias al avance de la ciencia, se pudo por fin controlar y terminar con la enfermedad que atormentó por tanto tiempo a los pobladores pascuenses.