Andrés Pérez Araya
Andrés Pérez Araya nació en Punta Arenas el 11 de mayo de 1951. Fue el quinto de siete hijos en una familia católica de escasos recursos. Su padre había sido suboficial de la Armada y ejercía como herrero en un astillero. Nunca demostró mayor interés por la labor artística que desarrolló su hijo, en contraste con la madre, Alicia Araya, aficionada al bordado con punto cruz.
Luego de vivir una infancia con recurrentes problemas de salud que lo acercaron espontáneamente a la lectura (nació con ictericia y problemas al hígado), a los 10 años se trasladó con su familia a Tocopilla, cuando su única hermana se casó con un residente de esa zona.
Además de seguir cursos de contabilidad y trabajar a temprana edad, mientras cursaba la enseñanza media en el Seminario Franciscano de La Serena se sintió llamado por la vocación sacerdotal. Fue precisamente en medio de su proceso de consagración a la fe que surgió el interés por la dramaturgia, que lo motivó incluso a montar dos piezas amateur.
Obtuvo el puntaje más alto de su generación en la Prueba de Aptitud Académica de Física y se inscribió en la carrera de ingeniería de la Universidad Católica. Sin embargo, a comienzos de los años setenta viajó a Santiago para postular a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, a espaldas de su padre.
Cursó la carrera de actuación en dos etapas: entre 1971 y 1973 y, luego, entre 1975 y 1977. En ese período militó brevemente en el MIR.
En 1972 se casó con su novia de juventud, la actriz y bailarina Rosa Ramírez y se convirtió en padre de Andrés Pérez Ramírez el 11 de septiembre de 1973, en una jornada particularmente significativa para él.
La pareja se separó en 1975 sin disolver el matrimonio, mientras él comenzaba un trabajo paralelo como bailarín y coreógrafo en la compañía de revistas Bim Bam Bum y, esporádicamente, en el programa de televisión "Sábados Gigantes".
Este oficio lo llevaría a fines de la década de 1970 a participar en la versión de Romeo y Julieta que Fernando González dirigió en la compañía de Teatro Itinerante. Además de ser responsable de los cuadros grupales, interpretó el rol de Mercuccio.
También en esos años coreografió los montajes de la compañía experimental Gestus en el Galpón de Los Leones y una versión de Alicia en el país de las maravillas en la sala La Comedia, con María Izquierdo.
Su consagración como actor la alcanzó en 1982, cuando protagonizó la obra Lautaro, de Isidora Aguirre, en versión de Abel Carrizo. La prensa lo destacó como la revelación del año.
En paralelo, desarrolló proyectos con la compañía TEUCO (Teatro Urbano Contemporáneo), formada junto a actores de su generación. A través de esos montajes pudo canalizar su interés por los espectáculos callejeros, el que finalmente cristalizó en el nacimiento del colectivo Teatro Callejero.
Fue precisamente mientras presentaba una de estas producciones, Bienaventuranzas, que en 1983 se le acercó la directora del Instituto Chileno Francés para proponerle una residencia de 4 meses en París, a fin de que actualizara su formación. La propuesta se transformó en una beca que lo llevó a pertenecer a la prestigiada compañía Théâtre du Soleil, donde -bajo dirección de Arianne Mnouchkine- intervino en cuatro montajes antes de interpretar el rol que lo consagraría a nivel internacional: Mahatma Gandhi en La Indiada, estrenada en 1987.
En medio de los ensayos, Andrés Pérez viajó a Chile a ofrecer un taller, instancia durante la cual quedó sembrado el interés por llevar a escena el poemario en décimas de La Negra Ester, de Roberto Parra, un año más tarde. La pieza dio pie a la formación de la compañía Gran Circo Teatro y al fenómeno teatral más masivo de la historia del teatro chileno, que alcanzó además gran resonancia en el extranjero.
Montó cuatro espectáculos con el grupo antes de declarar su disolución y retornar a Europa. No obstante ello, pronto volvió y retomó el trabajo en Santiago con una nueva generación de actores, además de abrirse a proyectos independientes, como El desquite y Tomás, y probar suerte con otros lenguajes, como el montaje de óperas.
A causa de su frustración con los fondos concursables estatales, criticó fuertemente la burocracia estatal y demandó la formación de un Ministerio de Cultura a mediados de los noventa. Fruto de la recepción que tuvo la versión de La pérgola de las flores que dirigió en 1996 en la Estación Mapocho, despertó un fuerte cuestionamiento público a la crítica teatral. Su ideario experimental y provocador quedó de manifiesto con una versión travestida de Madame de Sade, de Yukio Mishima, en que interpretaba uno de los papeles protagónicos.
Paralelamente, desarrolló una carrera como actor de cine y se sumó al reparto de la película Promenade, de Raúl Ruiz.
En la última etapa se reencontró con los tres grandes lineamientos que marcaron su carrera: montó la ópera prima de Cristián Soto, Nemesio Pelao, ¿qué es lo que te ha pasao?, con la que celebró diez años del Gran Circo Teatro; dirigió una versión callejera de El principito; y llevó a escena un texto testimonial sobre la homosexualidad que había escrito mientras era estudiante, La huida.
Tras completar una presentación fuera de Chile de uno de sus últimos trabajos, se concentró en la escenificación del cuento Viaje a la semilla, de Alejo Carpentier, pero una severa neumonitis lo obligó a internarse en octubre de 2001 en la Unidad de Tratamientos Intensivos del Hospital San José, donde falleció el 3 de enero de 2002.
El sepelio y el funeral dieron ocasión a reconocimientos masivos y su natalicio fue escogido para conmemorar en Chile el Día del Teatro.