Revolución de 1851
La revolución de 1851, que estalló en las ciudades de La Serena, el 7 de septiembre, y la noche del 13 de septiembre en Concepción, constituyó el primer gran alzamiento armado en contra de los gobiernos conservadores desde el triunfo en la Batalla de Lircay (1829) que los consolidó en el poder.
Este alzamiento fue encabezado por el general José María de La Cruz, quien había sido desestimado por el presidente Manuel Bulnes como candidato a la sucesión política en favor de Manuel Montt, ganador de las elecciones de ese mismo año.
De la Cruz recibió el apoyo del grueso del liberalismo en el norte y sur de Chile, que en los años anteriores había accedido a cuotas de poder en el legislativo y la administración pública, así como de una parte significativa de la oligarquía y sectores populares.
La composición ideológica de las facciones que apoyó a De la Cruz no fue homogénea. Según Sergio Grez, sectores populares, comunidades indígenas (changos en el norte y mapuche en el sur), aristócratas y burgueses radicales se unieron a miembros de la elite conservadora cercanos al general De la Cruz ("La participación popular en la Guerra Civil de 1851". De la "regeneración" del pueblo a la huelga general. Santiago: DIBAM, 1997, p. 368-384).
No obstante este amplio apoyo, los actos revolucionarios fueron aplastados por las fuerzas del gobierno cuando, el 8 de diciembre de 1851, en la batalla de Loncomilla, de La Cruz fue derrotado. Con el fin de evitar nuevas revueltas, la mayoría del Congreso Nacional aprobó prorrogar por catorce meses una ley de facultades extraordinarias que dio al presidente Manuel Montt amplios poderes políticos.
La revolución de 1851 fue la última sublevación de las provincias que puso en duda el poder de Santiago para centralizar la vida política y administrativa del país. A partir de entonces, no se volvieron a producir movimientos de importancia en este sentido, marcando el predominio del centro del país sobre las demás partes del territorio.
Vencidos los intentos revolucionarios en Santiago y provincias, muchos intelectuales y políticos liberales, José Victorino Lastarria, Santiago Arcos, los hermanos Francisco y Manuel Bilbao entre ellos, partieron al exilio.