Grupo Mandrágora
El grupo Mandrágora fue fundado en 1938 por los poetas Teófilo Cid (1914-1964), Enrique Gómez-Correa (1915-1995) y Braulio Arenas (1913-1988), con la participación de Carlos de Rokha (1920-1962) y Jorge Cáceres (1923-1949). Inspirados en la poesía surrealista francesa, los mandragóricos fueron orientados en sus comienzos por el escritor Vicente Huidobro (1893-1948), quien se convirtió en un maestro para ellos, tal como indicó en varias ocasiones Teófilo Cid: "Nos ayudó a movilizar conceptos que, de no haber contado con su sostén, habrían marchitado por falta de riego adecuado (...). Concentró a una verdadera cohorte de almas ávidas de cultura europea. Yo no sé lo que pudo ser de ese grupo sin ese alero familiar, abierto en fogosa discusión de ideas y el examen crudo de la realidad del país" (Cid, Teófilo, citado en Calderón, Alfonso. "La noche oscura del alma". Ercilla. Número 2156, Santiago, 24 de noviembre de 1976, p. 55-57).
Este grupo surgió dentro del contexto de ascenso de las capas sociales medias durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1879-1941). Fue en esta medida, que el grupo en su primer momento se desarrolló como un proyecto radical de socialización con especial énfasis en lo político. Sin embargo, el paulatino distanciamiento que establecieron los integrantes del grupo con respecto a ese discurso, los hizo perfilarse como representantes de la continuidad del diálogo que ya había establecido Vicente Huidobro con el surrealismo francés en sus manifiestos.
El grupo Mandrágora se propuso renovar el ambiente literario y la poesía chilena de esos años. Para ello, realizaron diversas acciones para hacerse notar en el medio intelectual santiaguino. Entre estas efectuaron recitales de poesía negra en la sala de conferencias de la Universidad de Chile, exposiciones y editaron una revista, donde además de difundir los postulados del surrealismo, publicaron la correspondencia mantenida con algunos de sus integrantes históricos: André Bretón (1896-1966), Benjamin Péret (1899-1959) y Philippe Soupault (1897-1990), causando el asombro de los escritores de su generación. Respecto a lo anterior, Altenor Guerrero (1917-1983) comentó: "Convengamos en que los mandragóricos realizaron un milagro: transformar la aldea de Santiago en una ciudad internacional, cosmopolita" (Guerrero, Altenor. "Teófilo Cid o la razón ardiente". Boletín de la Universidad de Chile. Número 106. Santiago, octubre de 1970, p. 73-77).
Esta intención renovadora que retomó el culto al inconsciente freudiano, reinterpretando escrituras como las del Conde de Lautreamont (1846-1870), Alfred Jarry (1873-1907), Arthur Rimbaud (1854-1891), entre muchos otros, fue su premisa inicial. En consideración de esta, polemizaron con escritores como Pablo Neruda (1904-1973) (la crítica a Residencia en la tierra, se mantuvo durante los siete números de la revista Mandrágora) y -aunque había sido una influencia reconocido por el grupo- Vicente Huidobro.
En este contexto, publicaron la antología El A, G, C de la Mandrágora, que incluye a Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa y a Jorge Cáceres, pero no cuenta a Teófilo Cid. Aparentemente debido al rechazo de este último al automatismo y a ciertas conductas que rivalizaban con la asunción plena del ideario vanguardista.
En síntesis, la Mandrágora, según señaló Bernardo Subercaseaux (1944-), "fue un discurso vanguardista de obturación de la realidad y, como tal, uno de resistencia espiritual, con una lógica artística y no social. Fue una estética surrealista y freudiana asumida rabelesianamente, sin medias tintas, tras lo cual estaba el intento de una vanguardia radical en lo estético, que estuviera totalmente fuera de la realidad, o que se derramara de tal modo sobre ella hasta hacerla desaparecer" (Subercaseaux, Bernardo. Historia de las ideas y la cultura en Chile. Volumen 2. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, p. 202).