Sociedad literaria de 1842
La Sociedad Literaria de 1842 fue una agrupación de intelectuales que tuvo como fin impulsar el desarrollo de una literatura nacional, "al tiempo que se involucraban en la construcción de la nación y de la identidad chilena", propósito influenciado por el discurso pronunciado por José Victorino Lastarria (1817-1888) con motivo de su incorporación como director de la asociación el 3 mayo de 1842 (Rábago, Ana Silvia. "El concepto de literatura en Chile durante la década de 1840: José Victorino Lastarria y la Sociedad Literaria". Históricas: boletín del Instituto de Investigaciones Históricas. Número 100, 2014, p. 31).
Los participantes de la asociación pertenecieron a la élite intelectual del momento. En su mayoría, los miembros de la Sociedad Literaria fueron exestudiantes del curso de Legislación del Instituto Nacional y alumnos de Andrés Bello (1781-1865), además de José Joaquín de Mora, quien impartía clases en el Liceo de Chile. Los jóvenes fueron "instruidos con bases liberales y adquirieron conocimientos de política a temprana edad. Podría decirse que fueron criados como intelectuales por los mejores maestros, por sujetos educados en Europa que pretendían transmitir sus saberes a esa primera generación de chilenos libres, como fue el caso de Bello -quien recibió una fuerte influencia de Edmund Burke durante su estancia en Inglaterra- y Mora, quien era un español exiliado en América y que había llevado consigo sus ideas sobre el liberalismo" (Rábago, p. 34). En este sentido, así como otros participantes del Movimiento Literario, los miembros de la Sociedad fueron parte de un "circuito socialmente homogéneo que se reconoce como parte del segmento dominante del campo cultural" (Rodríguez, Carolina. "Del Parnaso a la Cordillera. Metatextos fundacionales (1842)". Estudios filológicos. Número 42, 2007, p. 208).
Si bien estos intelectuales presentaban este rasgo en común respecto a su formación y procedencia social, en el interior de la asociación existían algunos matices respecto a su posición sobre el romanticismo: "En sus componentes había románticos puros, neoclásicos como Salvador Sanfuentes, enemigos de los argentinos y hombres que, como Lastarria, acabaron por hallar razón a los emigrados en sus afirmaciones renovadoras" (Latcham, Ricardo. "Las ideas del movimiento literario de 1842". Atenea. Número 481-482, 2000, p. 137).
En total, sus participantes fueron 41, entre ellos, Lastarria como su director, Carlos Bello Boyland (1815-1854), Juan Bello Dunn, Francisco Bilbao (1823-1865), Jacinto Chacón (1820-1898), Juan Nepomuceno Espejo Bravo (1821-1876), Hermógenes de Irisarri (1819-1886), Francisco Astaburuaga (1817-1892), Santiago Lindsay (1825-1876), Manuel Antonio Matta (1826-1892), Aníbal Pinto (1825-1884) y Salvador Sanfuentes (1817-1860). En palabras de Jacinto Chacón: "Parece que la juventud más distinguida de la capital se hubiese dado cita a ese centro de estudio. Moralidad, desinterés, rectitud y pasión por las letras, las ciencias y las artes, distinguían a esa juventud" ("Una carta a los hombres de 1842". Atenea. Número 303, p. 196).
El funcionamiento de la agrupación consistió en reuniones que se realizaban los días domingo en un departamento facilitado por el escritor y político Ramón Rengifo (1795-1861), en las que se discutían asuntos vinculados a las letras. Según Norberto Pinilla, el comienzo de las sesiones del grupo no está definido, pues se ha mencionado que pudo iniciarse en 1841 o en 1842. A pesar de esto, las actas de la Sociedad presentaron como primer registro el 3 de marzo de 1842 y como última fecha de las reuniones, el 1 de agosto de 1843, con un total de 86 encuentros (La generación chilena de 1842. Santiago de Chile: Editorial Manuel Barros Borgoño, 1943, p. 113).
En las sesiones de la Sociedad se realizaron actividades en miras de la formación de los distintos intelectuales como la presentación de trabajos literarios de los propios integrantes y también la lectura de textos que se analizaban entre los integrantes: "Una lectura de sus actas fundacionales testimonia que en sus sesiones se debatían no solo tópicos literarios o estéticos, sino que materias de carácter filosófico, histórico y político. La entidad fue concebida como un espacio de encuentro de los jóvenes intelectuales nacionales problematizados, y donde se forjaría el proyecto de Modernidad para Chile" (Cancino Troncoso, Hugo y Cancino Troncoso, Rita. "El movimiento generacional e intelectual de 1842 y la irrupción de un proyecto de Modernidad en Chile". Intelectuais na América Latina: pensamiento, contextos e instituições. dos processos de independência à globalização. Río de Janeiro: UERJ/LABIME, 2014, p. 254-255).
Además de la discusión de textos, en la Sociedad Literaria también se propuso realizar otro tipo de iniciativas que estaban en vinculación con el fin de desarrollar las letras nacionales. Por ejemplo, se debatió la idea de contar con un medio periódico propio mensual, pero no se concretó. Algo similar ocurrió con la iniciativa propuesta por Lastarria de preparar un libro orientado a la "instrucción del pueblo" que "por su asunto y método fuese adaptable a las circunstancias de la masa popular", pero que solo quedó en un espacio de discusión. En contraste con estos planes, sí se logró la propuesta de un certamen literario con motivo de la celebración del 18 de septiembre y cuyas páginas se publicaron en El Semanario de Santiago, medio que editaban Lastarria y Sanfuentes (Pinilla, p. 109-110).
A pesar de que parte de estas iniciativas no se llevaran a cabo sí dieron cuenta del deseo de los integrantes de la Sociedad de impulsar las letras en Chile, aspecto que varios de ellos continuarían realizando en las décadas próximas del siglo XIX. En este sentido, "los miembros de la Sociedad Literaria de 1842 asumieron un papel no solo como creadores de textos, sino que también ejercieron la labor del intelectual, del productor de ideas que debe hacer circular para expandir el conocimiento de toda naturaleza. Los intelectuales, desde el siglo XIX, han sido principalmente productores de ideas y aún hoy son agentes transformadores de la sociedad porque el conocimiento tiene esa misma facultad de transformación. Los miembros de la Sociedad Literaria aspiraban a producir conocimientos a partir de las necesidades particulares del país" (Rábago, p. 35).