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El ideario "pelucón"

En la primera mitad del siglo XIX, el conservadurismo estuvo presente en distintas disputas políticas. En un inicio la disputa fue en torno a mantener el régimen monárquico o la separación parcial o total de España y, luego, esta evolucionó hacia discusiones sobre las formas de gobierno independiente, el sistema representativo, la mantención de la tradición hispana y cuestiones morales en el proceso de formación de la ciudadanía. Dentro de quienes estuvieron a favor de la independencia se encontraron los liberales "moderados", quienes plantearon mantener el vínculo con España a través de de una monarquía parlamentaria, es decir, dejar la soberanía del rey Fernando VII pero con autonomía local a través de la organización de los ciudadanos en los cabildos y en el parlamento criollo.

Durante la década de 1820, los liberales identificaron a los conservadores o moderados como "pelucones", haciendo alusión a las pelucas que utilizaron como símbolo de estatus, poder, prestigio y de herencia colonial. Los historiadores Julio Pinto y Gabriel Salazar plantean que los pelucones fueron "la oligarquía colonial: grandes mercaderes y propietarios, dueños de mayorazgos, títulos y blasones, etc., que habían mantenido, durante las guerras independentistas, una actitud reservada y fluctuante. […] Su conservadurismo consistió en defender la hegemonía mercantil y tributaria que Santiago mantenía desde el período colonial sobre las provincias. Para eso necesitaba construir un sistema político autoritario y centralista" (Pinto, J. y Salazar, G., Historia contemporánea de Chile I. Estado, legitimidad, ciudadanía, Santiago: LOM, 2018, p. 197-198).

En ese sentido, su poder se vio reflejado durante los gobiernos de Bernardo O´Higgins y Ramón Freire, donde el bando conservador se posicionó como un poder que equilibró y controló las acciones del Ejecutivo a través del "Senado Conservador". Con el pasar de los años, este grupo fue creciendo y complejizándose, por un lado estaban los o'higginistas, quienes buscaron el retorno del Director Supremo. Posteriormente, los "estanqueros", llamados así por el liderazgo de Diego Portales, también engrosaron las filas del conservadurismo al mostrarse contrarios al desorden político e institucional de los gobiernos liberales y por seguir las ideas republicanas autoritarias del propio Portales (Edwards, A., Bosquejo histórico de los partidos políticos chilenos, Santiago de Chile: Impr. Mejías, 1903, p. 11-21).

A mediados de la década de 1820, las ideas conservadores comenzaron a perder poder ante la influencia de liberales y federalistas. Por esto, entre 1828 y 1930, los conservadores se unieron para defender sus ideas sobre el Estado centralizado, el gobierno fuerte y autoritario, el orden institucional, la división de poderes, la tradición católica y la unidad del Estado con la Iglesia. Según el historiador Simón Collier, estuvieron convencidos de que el orden se basaba en el imperio de la ley, el que solo se podía ejercer por la fuerza y a través de la creación de costumbres republicanas, cuestión que se logró tras la guerra civil de 1829 y 1830 donde triunfó el bando conservador y con la promulgación de la Constitución de 1833, que entregó amplios poderes al presidente de la república, denominando al Estado chileno de entonces como "portaliano", debido a la influencia y hegemonía de las ideas de Portales (Collier, S., Ideas y política de la Independencia de Chile 1808-1833, Santiago: Editorial Andrés Bello, 1977).

El origen de esa noción de orden se generó, principalmente, por el miedo a la anarquía política y a las amenazas que vio la oligarquía en el bajo pueblo como la delincuencia, el bandidaje, las insurrecciones populares y los levantamientos armados de una parte de la elite liberal, etcétera., ya que "el autoritarismo portaliano fue funcional a un imaginario anárquico, que había hecho presa de la mayoría de los actores políticos. De allí el férreo control sobre la prensa, la reorganización del ejército, y el fortalecimiento de las milicias" (Stuven, A., La seducción de un orden. Las elites y la construcción en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX, Santiago: Ediciones Universidad Católica, 2000, p. 48).

Tras la guerra civil, los conservadores lograron gobernar de manera unificada por treinta años, liderados por José Joaquín Prieto, Manuel Bulnes y Manuel Montt, y por intelectuales como Mariano Egaña y Andrés Bello. Las facciones conservadoras que participaron de esos gobiernos siguieron siendo denominadas como "pelucones" hasta la fundación de los partidos Nacional y Conservador en 1857, durante las disputas políticas del gobierno del presidente Montt.